sábado, 1 de mayo de 2010

EL PROCESO DE EVANGELIZACIÓN Y EL SINCRETISMO RELIGIOSO (primera parte)


La Iglesia en los países ibéricos se fue ligando a la Corona de Portugal y España por la debilidad de los Romanos Pontífices de esa época, y por la política absolutista de los reyes hispánicos. Portugal es el primero en obtener dichos beneficios –desde el siglo XIII-. La Santa Sede reconoció la posesión de Portugal sobre las tierras descubiertas y por descubrir sobre todo con respecto al África. Pero, además, el Papado daba a la corona portuguesa un derecho y un deber: la propagación de la Fe entre los pueblos descubiertos o arrebatados al poder Sarraceno.
De esta manera, la Iglesia otorgó a una nación el doble poder de colonizar y misionar, es decir, mezcla lo temporal y lo sobrenatural, lo político y lo eclesial, lo económico y lo evangélico, produciendo de hecho algo así como una teocracia expansiva y militar -de tipo más bien islámico que cristiano, pero frecuente en la Edad Media. Esto fue la base de toda la colonización-evangelización portuguesa y española. Por ello las bulas por las cuales el Papa otorga a los Reyes Católicos las nuevas tierras descubiertas (las bulas Inter Coetera del 3 y 4 de mayo de 1493 y la Eximiae devotionis del 3 de mayo igualmente) lo hacen con dicho principio: se otorgan las tierras y habitantes descubiertos para hacerles participar, como miembros de la Iglesia, de los beneficios del Evangelio [1].
En lo que ahora es México, la cruzada militar es dirigida por Cortés y la cruzada religiosa, dirigida por los frailes. Gómara, capellán de Cortés, expresa la convicción de la misión a su Historia general de las Indias: “Comenzaron las conquistas de indios acabada la de moros porque siempre guerreasen los españoles contra los infieles”. Si la conquista militar de las Indias lleva el sello de la Reconquista, la conquista espiritual lleva el de la Contrarreforma [2].
La civilización hispánica llega a América en la plenitud de su fuerza cultural y guerrera, aun religiosa y se enfrenta con otras civilizaciones que, sobre todo desde el punto de vista tecnológico, son muy inferiores. España, con la ayuda generosa de su pueblo, de sus guerreros sin trabajo, de sus nobles anhelantes de nuevos títulos, de muchos pobres deseosos de enriquecerse y de religiosos y sacerdotes –algunos virtuosos otros no tanto-, emprende la doble conquista político-económica y espiritual. Así, unos y a otros- los de la cruz y los de la espada- los llevaron tan lejos de su tierra tres tipos de motivaciones:
• El poder, la aventura, las riquezas, la explotación.
• La convicción de realizar la tarea de civilizar a personas inferiores, bárbaras.
• El propósito de evangelizar, es decir, de llevar la fe cristiana a paganos sumidos en burdas idolatrías.
Las culturas prehispánicas se inclinan con pavor ante el poderío del arcabuz, de los cañones, del caballo, del perro sanguinario, del guerrero español que tiene armas de hierro y coraza invencible. Toda la civilización prehispánica es derrotada por los españoles y aprovechada en la medida de lo posible. Europa se beneficia de muchos productos agropecuarios de la civilización americana, y de sus minas de oro y plata descubiertas, en parte, por las antiguas civilizaciones americanas.
El español al no comprender la cultura prehispánica arremete contra ella. La concepción de la vida hispánica destruye los fundamentos de la cosmovisión prehispánica, de tal manera que lo poco que queda no es más que un elemento marginal en la cultura de los años venideros.
La evangelización metódica de México no comenzó hasta 1524, con la llegada de los doce primeros misioneros franciscanos, y sin embargo, desde la primera hora, por la presencia del mercedario fray Bartolomé de Olmedo y el sacerdote secular Juan Díaz, el cristianismo fue presentado ya a los indios. El 13 ó 14 de mayo de 1524 desembarcaron en Ulúa los “Doce apóstoles de Nueva España”. El 2 de julio de 1526 llegaron también doce dominicos. El 22 de mayo de 1533 los agustinos se hicieron presentes con siete padres. Los comienzos fueron humildes, pero cada año llegaban nuevos misioneros, y pronto los criollos dieron vocaciones. Para 1559 los franciscanos tenían en México (Nueva España) 80 casas y 380 religiosos; los dominicos 40 casas y 210 religiosos; los agustinos 40 casas y 212 religiosos [3].
No podían ser más dispares los dos elementos: el mítico, mágico, simbólico y místico de la cultura indígena frente al realista, ambiciosos, pragmático, técnico, aventurero de la cultura hispana. Pero además de la heterogeneidad obro la forma del encuentro: brutal y destructor, sin ápice de dialoga, de razón y de respeto. Los naturales perdieron todo lo antiguo, lo suyo, y no pudieron entender lo nuevo, lo advenedizo. Los sobrevivientes del encuentro y sus descendientes se vieron orillados a buscar bajo el dominio español y la fe católica un nuevo sitio en el cosmos.
[1]Vid Espinosa E., "Las ordenes religiosas en la evangelización del Nuevo Mundo" en AA.VV. España medieval y el legado de occidente, México, SEACEX-INAH, 2005.
[2]Vid Florescano, Enrique. Memoria mexicana. p. 273 passim y Lafaye, J. Quetzalcóatl y Guadalupe: la formación de la conciencia nacional de México, p. 71 passim.
[3]Vid Espinosa E., Op. cit.

No hay comentarios:

Publicar un comentario